Por: Mónica Pérez Contreras, MBA
Es muy probable que en más de una ocasión hayas oído a alguien decir que hay que tener una buena actitud o has deseado que alguno de tus colaboradores tuviera una actitud mejor, sin embargo, la mayoría de nosotros hemos constatado que esto no es tan fácil como quisiéramos o hemos sido testigos de cambios de actitud que en realidad duran muy poco y que pueden dejarnos sintiendo desilusionados, o hasta cínicos al respecto.
Pero hay dos excelentes noticias: la primera es que esto no pasa por falta de interés o voluntad, hay una razón; en su libro Reingeniería Actitudinal: La Ciencia Y El Arte De Potenciar La Actitud, el Dr. Juan Pablo Aguilar nos dice que la actitud es un resultado, es decir que está formada por varias partes (identidad, valores, creencias, predisposición, motivación y autopercepción), por eso cuando tratamos de cambiarla directamente, no nos suele funcionar; la segunda es que sí hay una manera de cambiar efectivamente nuestras actitudes, que es evaluar cada una de los componentes que mencionamos y hacer los ajustes necesarios.
Cuando nos demos cuenta de que una de nuestras actitudes no está colaborando para que cumplamos nuestras metas, el primer paso que hay que dar es aclarar qué parte de ella es la que nos conviene pulir, para eso te comparto las siguientes preguntas:
Te invito a leer La Actitud: El Mejor Socio o el Peor Enemigo de tu Negocio
1. Identidad ¿qué nos estamos diciendo de nosotros mismos en esta situación?
2. Valores ¿por qué principios nos guiamos al decirnos lo que nos estamos diciendo?
3. Creencias ¿qué pensamos en general de esta situación?
4. Predisposición ¿qué sensaciones, imágenes, pensamientos, etc. tenemos al recordar esa situación, persona, suceso, etc.?
5. Motivación ¿qué tanto “nos nace” hacer eso? ¿o tenemos otras prioridades?
6. Auto percepción ¿qué sentimos sobre nosotros mismos en ese momento?
El segundo paso es analizar nuestras respuestas y reflexionar cuál (es) no abonan para que nuestra actitud sea la mejor para lograr lo que nos estamos proponiendo.
El tercer paso es elegir un nuevo punto de vista para responder en los aspectos que nos dimos cuenta que se pueden mejorar, enfocados en lograr nuestras metas y en lo que está en nuestras manos cambiar.
El cuarto y último paso, (no por eso menos importante) es tomar acción, es decir, comenzar a decidir y a actuar en congruencia con esta nueva manera de ver las cosas que hemos elegido. Si logramos ser constantes, sobre todo al iniciar el cambio, momento en que probablemente la inercia nos inclinará a volver a pensar y actuar como antes, habremos mejorado nuestra actitud y comenzado un círculo virtuoso en el que obtendremos mejores resultados que nos animarán a conservar (o incluso a seguir mejorando) esta nueva actitud.
Mediante estas y otras preguntas, y apoyándose en distintas herramientas, modelos y técnicas, la Reingeniería Actitudinal ayuda a las personas y a los negocios a liberar su potencial y a reescribir su historia.
Es muy probable que en más de una ocasión hayas oído a alguien decir que hay que tener una buena actitud o has deseado que alguno de tus colaboradores tuviera una actitud mejor, sin embargo, la mayoría de nosotros hemos constatado que esto no es tan fácil como quisiéramos o hemos sido testigos de cambios de actitud que en realidad duran muy poco y que pueden dejarnos sintiendo desilusionados, o hasta cínicos al respecto.
Pero hay dos excelentes noticias: la primera es que esto no pasa por falta de interés o voluntad, hay una razón; en su libro Reingeniería Actitudinal: La Ciencia Y El Arte De Potenciar La Actitud, el Dr. Juan Pablo Aguilar nos dice que la actitud es un resultado, es decir que está formada por varias partes (identidad, valores, creencias, predisposición, motivación y autopercepción), por eso cuando tratamos de cambiarla directamente, no nos suele funcionar; la segunda es que sí hay una manera de cambiar efectivamente nuestras actitudes, que es evaluar cada una de los componentes que mencionamos y hacer los ajustes necesarios.
Cuando nos demos cuenta de que una de nuestras actitudes no está colaborando para que cumplamos nuestras metas, el primer paso que hay que dar es aclarar qué parte de ella es la que nos conviene pulir, para eso te comparto las siguientes preguntas:
Te invito a leer La Actitud: El Mejor Socio o el Peor Enemigo de tu Negocio
1. Identidad ¿qué nos estamos diciendo de nosotros mismos en esta situación?
2. Valores ¿por qué principios nos guiamos al decirnos lo que nos estamos diciendo?
3. Creencias ¿qué pensamos en general de esta situación?
4. Predisposición ¿qué sensaciones, imágenes, pensamientos, etc. tenemos al recordar esa situación, persona, suceso, etc.?
5. Motivación ¿qué tanto “nos nace” hacer eso? ¿o tenemos otras prioridades?
6. Auto percepción ¿qué sentimos sobre nosotros mismos en ese momento?
El segundo paso es analizar nuestras respuestas y reflexionar cuál (es) no abonan para que nuestra actitud sea la mejor para lograr lo que nos estamos proponiendo.
El tercer paso es elegir un nuevo punto de vista para responder en los aspectos que nos dimos cuenta que se pueden mejorar, enfocados en lograr nuestras metas y en lo que está en nuestras manos cambiar.
El cuarto y último paso, (no por eso menos importante) es tomar acción, es decir, comenzar a decidir y a actuar en congruencia con esta nueva manera de ver las cosas que hemos elegido. Si logramos ser constantes, sobre todo al iniciar el cambio, momento en que probablemente la inercia nos inclinará a volver a pensar y actuar como antes, habremos mejorado nuestra actitud y comenzado un círculo virtuoso en el que obtendremos mejores resultados que nos animarán a conservar (o incluso a seguir mejorando) esta nueva actitud.
Mediante estas y otras preguntas, y apoyándose en distintas herramientas, modelos y técnicas, la Reingeniería Actitudinal ayuda a las personas y a los negocios a liberar su potencial y a reescribir su historia.

Si quieres saber más, te invito a leer Reingeniería Actitudinal: La Ciencia Y El Arte De Potenciar La Actitud, del Dr. Juan Pablo Aguilar.